A veces nada me gustaría más que ser normal. No tener mis ataques de nervios ni mi temperamento. No intentar hacer daño a todo aquel ajeno a mi y no colaborar en mejorar la sociedad. Soy parte del problema, no de la solución. Que sé que si puedo, miraré por mi propio beneficio antes que el de cualquier otro y que si cabe la posibilidad de poner zancadillas a quien no me caiga bien, lo haré. Supongo que esto, en cierto modo sea normal, pero no es lo que más me desagrade de mi.
Quizás lo que más me moleste es mi individualismo en el sentido de que me aíslo. Me cuesta expresarme y dejarme ayudar, no me gusta exponerme. Alejo a todo aquel que quiera ayudarme y consigo quedarme sola.
Siempre quise ser una de esas chicas perfectas. Destacar en todo y sobre todos. Pero no lo seré. Quizás demasiado macabra. Quizás demasiado directa. Demasiado antisocial. Asumí hace tiempo que nunca lograré llegar a esa ansiada realidad.
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