-¡Que despierte entre tormentos!- gritó con terrible vehemencia, dando con el pie en el suelo y vociferando en un súbito acceso de indomable pasión-. Sí, ha mentido hasta el final. ¿Dónde está? No está allí... no en el cielo... no muerta... ¿dónde? Tú me dijiste que no te importaban mis sufrimientos. Yo sólo hago un ruego..., y lo repito hasta que mi lengua se entumezca... Catherine Earnshaw, que no descanses mientras yo viva. Dijiste que yo te maté, persígueme, pues. Los muertos, yo creo, persiguen siempre a sus asesinos. Yo sé que hay espíritus que vagan por la tierra. Quédate siempre conmigo, en cualquier forma, ¡vuélveme loco! Sólo no me dejes en este abismo donde no te pueda encontrar. ¡Oh, Dios, esto es impronunciable! ¡No puedo vivir sin mi vida, no puedo vivir sin mi alma!
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