domingo, 7 de abril de 2013

Me odio. No por lo que soy sino por lo que no soy capaz de ser. Por lo que intento y no alcanzo. Quisiera mirarme y pensar "me gusto" pero no puedo. Cada mirada supone un defecto más. Y ya van muchas miradas acumuladas. Antes no era tan preocupante. Me valía con tener a alguien que compensase todas mis miradas con una sola suya. Ya no me vale. Cada día me obsesiono más. A veces me olvido de ello, a veces no me pasa. Entonces creo que lo he superado pero no dura. Dicen que es cosa de la sociedad, los medios, la imagen que tengo metida en la cabeza de lo ideal. Yo ya no sé si es de mi cabeza o el problema viene, en efecto, de fuera. No creo que importe mucho, el daño está hecho. A mucha gente le parecen tonterías que se van con la edad, puede que tengan razón pero hasta entonces no creo que lo entiendan. En ocasiones las náuseas me vienen solas. O automáticamente me imagino yendo al baño. Son esas reacciones espontáneas las que más me asustan. Las que están grabadas. Aquellos a mi alrededor se suelen molestar conmigo. Dicen que no hago más que decir idioteces. Eso no me ayuda. No hace que me sienta mejor. No hace que me vea mejor. 
Hay días en que me pregunto si esto se pasará. Cada vez que me subo a la báscula, cada pellizco para ver qué cojo, cada vez que uso la cinta métrica, cada vez que me miro al espejo, todas esas ocasiones, me pregunto si se eliminarán de mi mente como un  suspiro. Suelo dudarlo.

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